sábado, 25 de septiembre de 2010

Blanco

Me observaba a mí misma, con la cara empapada en lágrimas, frente al espejo, con el reflejo de las muchas historias que habían ocurrido allí, al otro lado del cristal; observaba todas mis cicatrices a través de él: como señales en mi cuerpo, como recuerdos en algún lugar del baño, tan blanco. La mirada más perdida que nunca; los brazos débiles, blanquecinos, esmirriados; los labios cortantes, secos y con pequeños hilos de saliva que asomaban de mis encías. Y el mismo movimiento tembloroso de unas piernas que luchaban por mantenerse en pie. Lo había vuelto a hacer, una vez más sin éxito. 
Mamá me había visto así, dos meses antes, pero no frente al espejo sino dentro de la bañera. Me prometió que esa sería la última vez que permitiría que pasara. Me gritó y zarandeo agarrándome fuertemente por la cintura. Me cogió la cara con mucha delicadeza pero deseando poder estamparme contra aquel váter, o aquel espejo, como tantas veces hizo mi padre con ella. Sus ojos no dejaban de estudiar cada uno de los rincones de mi cuerpo y cada uno de los rincones de aquel baño, con las paredes blancas. Blancas como la nieve, o blancas como mi color de piel habitual. Eso pensaba hasta que mamá señaló unas manchas de color rojizo. Ya no quise mentir: sin retirarle la mirada subí mi brazo derecho a la altura de sus ojos y dándole la vuelta a mi flacucha muñeca le respondí. No hizo falta hablar, ella comprendió. 
Se tiró al suelo, se arrodilló ante mí, me insultó, se insultó… mis oídos no llegaron a escuchar sus palabras exactas, ni siquiera sé si eran insultos o sólo se culpaba, como cada día, por la muerte de mi hermano.
Y ahora estoy aquí, sin espejos, sin mi baño con las paredes blanquecinas, sin los restos de sangre en ellas, sin los zarandeos de mi madre y sin su presencia, sin todos aquellos recuerdos que convirtieron mi vida en lo que ahora soy: cenizas flotando en el mar. 
Sólo hay algo que permanecerá a mi lado para siempre: aquel color blanco de la pared del baño, aquel donde se fue plasmando poco a poco mi vida, aquel que se quedó con ella para siempre.

jueves, 16 de septiembre de 2010

¿En qué piensas?

No malgastes tu tiempo en memeces. Solo es una cara bonita y un par de piropos bien seleccionados.
Y aún así está ahí, dando tumbos de un lado para otro dentro de ti. Hasta en el más mínimo detalle dibujas su sonrisa.
Y te impide pensar; y te impide escribir aunque solo sean cuatro palabras. Y paras cada dos segundos porque cada puta letra es uno de sus cálidos susurros y cada maldito espacio una de sus insinuantes miradas.
Tratas de no verle y te encuentras con sus fotos. Quieres evitarle y agachas la cabeza cuando sabes que se acerca. Y eres lo más estupido que existe porque aún así solo buscas estar cerca de él después de que tu mirada haya recorrido minuciosamente cada roñosa baldosa del bar.
Eres imbécil. Sabes que lo eres pero no te molestas en impedir que cambie. Recuerdas melancólicamente todos los fines de semana que pasaste junto a él. Y te arrepientes de no haber sido más simpática. Y te das contra la pared pensando en las veces que le rechazaste.
Sales a la calle rezando para encontrarle. Cruzas cualquier esquina pensando que un día, no hace mucho, la cruzaste con él de la mano. Y te vuelves tan extremadamente loca buscando su cara que hasta el camarero del bar al que llevas yendo tres puñeteros días te parece una copia exacta de él.
Se que lo intentas.Te exiges paciencia y prometes acabar con esto de una vez. Abres los ojos, miras a tu alrededor y te das cuenta de las personas que hay demostrándote lo que él jamás te demostraría. Pero no lo consigues. Por eso ignoras las pequeñas muestras de sinceridad y te engañas creyendo que no son lo que tú quieres.
Y podría seguir hablando de la cantidad de minutos que malgastas al día pensando en ese maldito crio que solo consigue sacarte de quicio cada vez que te acuerdas de su jodida y penetrante mirada. Podría hacerlo pero no te mereces que lo haga. Y no te lo mereces porque ni él mismo sería capaz de reconocer ni que te odia, ni que te ama.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tarde de "martes" rara

Acabo de tener esa extraña sensación. Y si, las casualidades existen.
Suena la canción, los recuerdos se amontonan en mi cabeza y el texto de la foto que selecciono es el mismo que se escucha de fondo.
Hoy no es un buen día, mis lágrimas no son precisamente de alegría pero esas letras solo me traen buenos recuerdos.
Y así es como me siento, con unos ojos llorosos y con la más sincera y bonita de las sonrisas. Odiándote por la última tontería pero con la esperanza de que algún día sabremos actuar como adultos maduros.
Aqui seguiré, con una o dos canciones más, con sus letras, con nuestras insinuaciones y con los intensos significados que inventabamos al escucharlas.