sábado, 3 de abril de 2010

¿Cómo podría explicar su estado?

A medida que salían las palabras de la boca de aquel tipo la rabia iba conteniéndose en las venas de su garganta, sus pómulos enrojecían, y su pelo bien colocado perdía forma. Estaba sentada en una de esas cómodas sillas con el respaldo bien duro, pero no apoyada contra él sino cada vez más al borde. Sus oídos no dabán crédito a lo que estaban escuchando mientras sus dos párpados se hinchaban fruto de la desesperación, su cuerpo iba perdiendo el control a la vez que en su cabeza disminuía la estabilidad. No pudo más, la rabia llegó al límite y comenzó a dar chillidos, gritos de dolor. Aquello era una traición, una nueva artimaña contra la que volver a luchar, una vez más una excusa para seguir sufriendo. Corría de un lado a otro inconscientemente, sus palabras carecían de sentido para los que estaban escuchando pero para ella eran una forma de desahogo, sus piernas temblaban, sus brazos ardían y su mirada se perdía entre aquellas caras amenzantes. Unos brazos, ajenos a todo, le agarraron fuertemente por su escuálida cintura buscando el lugar más aislado y tranquilo. Entonces la puerta de entrada se cerró, todos salieron. Ella permaneció en aquella habitación durante horas, al salir todo había acabado, era fuerte y seguiría resistiendo, jamás podrían vencerla.

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