miércoles, 24 de marzo de 2010

Runaway

Hay días en los que solo te apetece tirarte en la cama, mirar hacia el techo y mantener la mente totalmente en blanco para no pensar en nada. Por desgracia, o no, sabes que eso es imposible que te suceda.
Tu cabeza es como el hipocentro donde se origina un nuevo terremoto, es ese punto que se convierte en el epicentro a medida que ascienda a la superficie y que después arrasa con todo lo que encuentra en su camino. Pero con una gran diferencia: el fenómeno natural trás unos minutos, quizás unas horas, acaba, dejando atrás numerosos destrozos y en ocasiones multitud de cuerpos sin vida, en cambio, tu cabeza está llena de vida, y los destrozos que ocasiona son unicamente sicológicos, sin encontrar la fecha exacta para ponerlos fin. Esos incansables pensamientos caminan de un lado a otro sin dejarte a penas respirar, intentas convencerte de que en realidad no es tan malo, que incluso algunos días disfrutas haciendo que esas ideas fluyan sin descanso, pero finalmente llegas a la conclusión de que no es así. Sabes que necesitas un descanso, quieres llegar a un punto donde tu cuerpo domine a tu cabeza, es probable que te suene extraño, de sobra sabes que esa no es la solución adecuada. De la manera que sea debes parar esto, imagina que los terremotos no acabasen, imagina que los destrozos siguieran creciendo y que los miles de muertos se convirtiran en millones, imagina que no es uno el pueblo que queda destrozado, imagina que son demasiados los pueblos que lleguen a destruirse, imagina que llegue un punto en el que la muerte supere con creces a la vida que hoy existe, si sigues imaginando ya no estarías aqui.
Ahora cierra los ojos, mira en tu interior y sin pensar demasiado recuerda estas últimas palabras, después, abrelos, mira lo que tienes a tu alrededor y preguntaté qué es lo que verdaderamente importa.

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